La CSJ ratificó la condena y la inhabilitación perpetua para ejercer cargos públicos a CFK

Una grieta de difícil retorno: la condena a Cristina y el país que se parte en dos
Argentina amaneció, una vez más, dividida. La ratificación por parte de la Corte Suprema de Justicia de la condena contra la ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner, que incluye su inhabilitación perpetua para ejercer cargos públicos, no sólo marca un hito judicial. Marca, también, un punto de inflexión político y social. Uno que evidencia, con crudeza, la profundidad de una grieta que parece no tener retorno.
Las reacciones fueron inmediatas y opuestas. De un lado, el festejo, los memes, las burlas. Del otro, el llanto, la indignación, el repudio. La escena no sorprende, pero impacta. Lo que sí sorprende es la ausencia de una tercera posición visible. Porque esta causa no admite términos medios: Cristina podrá o no podrá ser candidata, podrá o no podrá ser votada. Y esa dicotomía empuja a cada ciudadano a preguntarse, inevitablemente, de qué lado está.
A esta altura del conflicto, repasar los argumentos técnicos del juicio parece innecesario para muchos. Los que creen en la inocencia de la ex mandataria seguirán creyendo. Los que están convencidos de su culpabilidad, también. La batalla, más que jurídica, se libra en el terreno de las percepciones, donde las creencias pesan tanto —o más— que los hechos.
Dos realidades opuestas
Basta mirar la cobertura mediática del día de ayer para entenderlo. Mientras C5N, El Destape o Radio 10 hablaban de persecución política y lawfare, canales como TN, LN+ o A24 enfocaban la noticia como una victoria de la justicia frente a la corrupción. Dos relatos paralelos, dos realidades opuestas. Lo curioso no es esa diferencia, sino que incluso quienes intentan “ver un poco de todo” terminan inclinándose por uno de los enfoques. Porque en algún momento, consciente o no, cada uno decide qué versión del país quiere creer.
Y ahí surge una pregunta inquietante: ¿Quién gana con esta polarización crónica? Ni el ciudadano común, ni el trabajador, ni el jubilado, ni el votante. Lo cierto es que el único beneficiado es el poder que sabe que mientras el pueblo esta dividido, él gobierna sin oposición real. La estrategia es conocida: dividir para reinar. Y mientras los argentinos se enfrentan, el verdadero poder —económico, mediático o judicial— avanza, casi sin resistencia.
Están quienes piensan que este episodio, como otros en el pasado, puede ser también una oportunidad. La crisis provocada por la resolución 125, allá por 2008, obligó a muchos a politizarse, a informarse, a involucrarse. Tal vez ahora ocurra algo similar. No hace falta ser abogado para entender los alcances de esta sentencia. Ni economista para leer entre líneas un programa de ajuste. Ni periodista para notar qué medios responden a qué intereses. Solo hace falta compromiso, y una cuota de voluntad para ir más allá del titular.
Porque, en definitiva, si la división beneficia a alguien, la pregunta es inevitable:
¿Ese alguien sos vos?
El pueblo unido..
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